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Cinco cualidades recomendadas por el profeta Muhammad
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2012 - 1434
خمس وصايا من وصايا الرسول ﷺ
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الشبكة الإسلامية
2012 - 1434
Al estudiar la biografía de nuestro amado Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos encontramos con escenarios y sucesos que nos confirman su profecía y que todo lo que hacía y decía (lo que enseñaba) era revelación de Al-lah. No por nada Al-lah, Glorificado y Exaltado sea, dijo refiriéndose a Su Profeta (lo que se interpreta en español):
Ni habla de acuerdo a sus pasiones. Él sólo trasmite lo que le ha sido revelado. Aquello que le enseñó el dotado de poder. [Corán 53:3-5]
Cuando el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se dirigía a sus Sahabah, que Al-lah esté complacido con todos ellos, pronunciaba las palabras justas, usaba las mejores maneras, y utilizaba los ademanes y modos exactos. Todo esto cautivaba a quienes lo escuchaban y hacía que las enseñanzas que recibían se grabaran en sus mentes y corazones, para luego aplicarlas en sus vidas, guardarlas y transmitirlas, para que las nuevas generaciones de musulmanes las conocieran.
Todo lo que enseñaba el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, era importante, sin lugar a duda, sólo que en ocasiones estas enseñanzas venían acompañadas de actos que señalaban que eran especiales, lo que generaba más interés por aprenderlas y el deseo de ser distinguidos con alguna de sus particularidades. Para entender lo que estamos diciendo, lo mejor es que entremos en el tema central de nuestro artículo.
Reportó Abu Hurairah, que Al-lah esté complacido con él, que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “¿Qué persona de mi nación toma de mí estas cinco características para que las aplique él mismo o las enseñe a otro para que él las ponga en práctica?”. Dijo Abu Hurairah: “Dije: ¡Yo, Mensajero de Al-lah!”. El Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, tomó su mano y con los dedos de su mano contó una por una estas cinco características, dijo: “Aléjate de las cosas que Al-lah ha prohibido y serás el mayor de los adoradores de Al-lah entre la gente. Confórmate con lo que Al-lah te ha provisto y serás el hombre más rico. Sé bueno con tu vecino y serás un creyente verdadero. Desea para las demás personas lo que quieres para ti mismo y así serás un musulmán verdadero. Y no te rías exageradamente, pues reír exageradamente mata el corazón”. [Ahmad]
Palabra por palabra se descubre la importancia del mensaje de este hadiz y la razón por la cual el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, buscó llamar la atención no sólo de Abu Hurairah, que Al-lah esté complacido con él, sino de todos los Sahabah y de todos los musulmanes en general y en toda época. Antes de adentrarnos en el análisis de las enseñanzas contenidas en este hadiz, detengámonos un momento y analicemos la manera en que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, preparó a las personas que lo rodeaban para recibir sus enseñanzas y hacer que estas trascendieran en sus vidas y fueran aplicadas una por una con conciencia y convencimiento.
El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue uno de los primeros en establecer una metodología pedagógica en el proceso de la enseñanza. Cuando se encontraba en una reunión e iba a decir algo, cambiaba su posición, modulaba su tono de su voz, utilizaba medios gráficos y físicos para afirmar sus palabras, usaba la lúdica, maneras y ademanes, que hacían que la gente callara y se centrara en sus enseñanzas. Como en este hadiz, existen muchas enseñanzas en las que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se acercaba a sus Sahabah, tomaba sus manos, colocaba la suya sobre sus hombros o aprovechaba la cercanía de sus discípulos y las situaciones vividas como metodología de enseñanza, como aquel relato registrado por At-Tirmidhi, que Al-lah lo tenga en Su misericordia, en el que encontramos que Ibn ‘Abbas, que Al-lah esté complacido con él, contó que, siendo él un niño todavía, montaba detrás del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, durante uno de sus viajes, y él le dijo: “¡Muchacho! Te enseñaré unas palabras: Cuida de cumplir con los mandatos de Al-lah y Él te protegerá…”, o como la ocasión en que un niño se encontraba comiendo con el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, y lo hacía desordenadamente, tomando de todas partes del plato de comida, y entonces le dijo: “¡Muchacho! Antes de comer di: Bismil-lah (en el nombre de Al-lah), come con tu derecha y toma sólo de la comida que está enfrente tuyo”.
Mencionamos estos dos ejemplos no sólo para aclarar la metodología pedagógica del Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, sino que además, para señalar que él no hacía discriminación alguna entre sus Sahabah, fueran estos mayores o menores, ricos o pobres, árabes o no árabes, etc., para él lo que contaba era educar a su comunidad. Además, tratan dos temas que, aunque diferentes, hacen parte de la personalidad del musulmán: uno de ellos la creencia en Al-lah y el otro el comportamiento y los modales.
De este método profético de enseñanza podemos aprender, que una de las mejores maneras de educar está en ganar los corazones de la audiencia. Cuando uno de nuestros hijos dice una mala palabra o se comporta de manera incorrecta, la mejor forma de corregirlo es educándolo, es decir, llamarlo, alzarlo, por ejemplo, y enseñarle lo correcto, señalándole que lo que hizo no es debido. Pero si le gritamos o lo golpeamos, él va a recordar el golpe o el regaño, pero no las enseñanzas. Tendrá miedo de nosotros y en nuestra presencia se portará debidamente, pero cuando esté a solas o con otras personas su comportamiento será totalmente diferente. El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, se ganó los corazones de la gente, incluso de personas que eran muy toscas y duras de carácter, y esta fue una de las razones del éxito de su profecía, pues logró esculpir todo lo que enseñó en los corazones y mentes de sus Sahabah. Esta, aunque no fue una de las cinco recomendaciones destacas por el profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, en este relato es una enseñanza de vida que los mismo Sahabah nos transmitieron para que la aprovecháramos en nuestro diario vivir.
Siguiendo con el relato en cuestión, nos encontramos con la primera gran directriz:
“Aléjate de las cosas que Al-lah ha prohibido y serás el mayor de los adoradores de Al-lah entre la gente”.
La mayoría de la gente piensa que la adoración se resume en el cumplimiento de unos cuantos ritos establecidos, que se realizan en unos tiempos y lugares determinados. Sin embargo, la posición del Islam al respecto es totalmente diferente. Es cierto que como musulmanes debemos observar las cinco oraciones en sus tiempos específicos, ayunar el mes de Ramadán, pagar el Zakat de los bienes que Al-lah nos ha concedido y hacer el Hayy. También, es verdad que un creyente que abandone estas formas de adoración por negligencia es considerado como un gran pecador y merecedor del castigo y la ira de Al-lah, y si su abandono se debe a la negación de la obligatoriedad de cualquiera de estas obras, pues ya no es más musulmán, es un apóstata.
Hay que tener en cuenta que estas formas de adoración hacen crecer la fe y la personalidad del musulmán, sus efectos son evidentes en el comportamiento del creyente y son una prueba de que han sido realizadas verdaderamente por y para Al-lah, con conciencia, entendimiento y sumisión, y no por cumplir con un rito y nada más. El comportamiento de una persona expresa el grado de fe que tiene, si a su buena conducta se le suma el cumplimiento de los ritos de la religión; pues no es suficiente con ser una buena persona, portarse bien, no hacer daño a nadie y decir que cree en Dios, si no se adora a Al-lah por medio de los ritos y formas de adoración que Él mismo estableció y pidió que cumpliéramos, como tampoco es correcto que un musulmán cumpla con sus deberes religiosos, pero su comportamiento deje mucho qué decir. El verdadero creyente es aquel que logra un balance perfecto entre los dos puntos que mencionamos y busca siempre adorar más a Al-lah, adicionando obras voluntarias a lo que es obligatorio cumplir. Y también, busca mejorar su comportamiento, pues por medio de las acciones que realiza su conducta y personalidad son pulidas.
Así encontramos que en el Islam lo que se cree y lo que se hace es un todo; por ello, los ‘Ulama’ (eruditos y expertos) de la teología afirman que la fe verdadera y válida es la creencia que está en el corazón, la cual es expresada con lo que se dice y se cree. Por lo que establecen que no basta cumplir en creer y decir que se cree, o decir que se cree y obrar únicamente; sino que las tres condiciones para la validez de la fe deben estar siempre presentes.
En esta enseñanza el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos indica que para ser los mayores adoradores de Al-lah entre todas las personas debemos alejarnos completa y definitivamente de lo que Él prohibió, es decir del Haram. La fe desaparece del corazón cuando la persona comete pecados. Esto lo afirmó el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, cuando dijo: “El fornicador y el adúltero que fornica y comete adulterio no es creyente mientras lo hace, y el ladrón que roba no es creyente mientras lo hace, y el bebedor que bebe embriagantes no es creyente mientras lo hace” [Bujari y Muslim]. Este hadiz no indica en ningún momento que un pecador sea un incrédulo, porque la enseñanza es bien clara en manifestar que mientras se está cometiendo un acto de desobediencia la persona se olvida de su creencia, por lo que la fe disminuye y peligra. Por otra parte, los Ulama enseñan que la fe aumenta y disminuye, aumenta con la realización de obras de bien y el cumplimiento de las obligaciones establecidas por el Islam, y disminuye cuando se dejan de hacer estas obras y se cometen pecados.
Tenemos entonces que para ser el mayor de los adoradores de Al-lah entre toda la gente, no hay que engañan ni mentir ni hablar a las espaldas de los demás ni crear cizaña entre la gente ni abandonar las oraciones y demás obligaciones religiosas; sino que hay que hacer todo lo contrario, alejarse de todo lo que Al-lah ha prohibido, de todo lo que lleve a caer en el Haram y todo lo que promueva el pecado. Por eso el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, no solamente condenó a quien consume sustancias embriagantes (Jamar), sino que además denunció a todo aquel que se sienta con quien está consumiendo o permanece en un lugar donde se consume, al igual que lo hizo con quien lo produjera, lo distribuyera y comercializara, y también a todo aquel que participa de una u otra forma en la cadena de producción, distribución y comercialización de uno de estos productos.
La segunda cualidad que nos recomienda nuestro amado Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, es:
“Confórmate con lo que Al-lah te ha provisto y serás el hombre más rico”.
La gente tiende a creer que la riqueza se encuentra única y exclusivamente en los bienes materiales, y además juran que la riqueza es el camino más rápido y seguro para alcanzar la felicidad… ¿Es esto cierto? ¿Tiene la razón quien piensa de esta manera y ve la vida de esta forma? ¡No! Está equivocado quien piense y crea esto.
Es cierto que hay mucha gente rica que aparentemente es feliz, pero cierto es que mucha gente que es pobre también es feliz. Así que la última palabra sobre la felicidad no la tengo yo ni la tienes tú, sino que la encontramos en estas cortas frases expresadas por el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam. Cuando una persona se conforma con lo que Al-lah le ha concedido, le basta y siente que es suficiente. Además, protege su corazón de ser contagiado con la envidia, la avaricia y la tacañería. Cuánta gente rica, que tiene más de lo que podría necesitar para vivir cómoda y lujosamente durante toda su vida, no está conforme con lo que tiene sino que quiere más. Si ve que su vecino, su amigo o hasta su hermano, compraron algo nuevo, él quiere más y el doble si es posible, pero sobre todo, se incomoda si ve que alguien compró algo antes que él. Siente como si le faltara todo y se olvida de todo lo que tiene. Así mismo, cuántos pobres hay que por andar viendo lo que no tienen y comparándose con los que están mejor que ellos, viven llenos de complejos, odios y recelo hacia los demás.
El musulmán agradece lo mucho o poco que tenga; si tiene demasiado lo usa con prudencia y sin despilfarro, tiene en cuenta la sensibilidad de sus hermanos menos favorecidos, por lo que no exhibe sus bienes indiscriminadamente. Por otra parte, usa todos sus bienes para agradar a Al-lah, paga su Zakat, y los pone a disposición de Su causa, sabiendo con certeza que todo lo que gaste por Al-lah, Él se lo retribuirá doblando sus ganancias y recompensa en esta y la otra vida. Y si es el caso que no tiene bienes o le hace falta, tiene paciencia y se esfuerza por conseguir lo que necesita para sobrevivir. El musulmán cree firmemente que por más que quiera, se esfuerce y trabaje, sólo obtendrá lo que el favor de Al-lah ha dispuesto.
Detengámonos un momento en la siguiente cualidad recomendada por el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, misma que es una de las menos aplicadas en la actualidad:
“Sé bueno con tu vecino y serás un creyente verdadero”.
Subhan Al-lah (Glorificado sea Al-lah), la creencia está claramente relacionada, enlazada y unida al buen comportamiento hacia los vecinos. Lastimosamente, hoy en día son muy pocos los que tienen en cuenta esta recomendación, es más, o más bien, es triste ponerse a pensar, que ni sabemos quién es nuestro vecino, pues no nos interesa relacionarnos en nada. Algunos piensan que es mejor estar lejos de ellos para evitarse problemas o que como no son de la familia, para qué preocuparse por establecer algún tipo de relación.
El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, mencionó al vecino de forma general, no especificó si era musulmán o no. Con su ejemplo enseñó que este comportamiento abarcaba a los no musulmanes, porque él mismo se preocupaba por sus vecinos, siendo muchos de ellos judíos. Se menciona incluso que había un vecino judío que todos los días lo molestaba e incomodaba, y un día que no lo hizo el Profeta, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue a visitarlo para ver si le había pasado algo, porque no lo había molestado ese día.
En los dos Sahih, Bujari y Muslim, encontramos registrado que ‘Ai’shah, que Al-lah esté complacido con ella, reportó que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “El Ángel Gabriel me recomendó con tanta insistencia cuidar y preocuparme por el vecino, que pensé que Al-lah iba a decretar que se incluyera como uno de los herederos que tienen derecho a la herencia” .
Los Ulama de la Shari’ah, en base a estas directrices, han establecido un reglamento que se debe tener en cuenta en las relaciones entre vecinos. Todas estas leyes son importantes y buscan fortalecer los lazos de amistad y hermandad entre los vecinos, pero una de las que nos llama bastante la atención es aquella que establece que si uno de los vecinos trae una fruta, sus hijos no deben salir a fuera a la vecindad, a comerla en frente de los otros niños, pues puede ser que ellos no tengan esta fruta o sus padres no tengan los medios para comprarla, etc.; así que para no provocarlos, o más bien, para ser considerados con los vecinos, esto no se debe hacer. Claro, este es un ejemplo que se puede aplicar en la modernidad a los juegos de videos portátiles, juguetes, teléfonos celulares, etc.
Por último, recordemos que el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, aceptaba las invitaciones que le hacían sus vecinos, musulmanes y no musulmanes, comía de la comida que ellos le mandaban y preparaban, también recibía los regalos que ellos le hacían, y él, en respuesta, los invitaba, compartía su comida con ellos y les hacía regalos también.
La cuarta cualidad recomendada por el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, fue:
“Desea para las demás personas lo que quieres para ti mismo y así serás un musulmán verdadero”.
Esta enseñanza viene a complementar lo que relató Anas ibn Malik, que Al-lah esté complacido con él, que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, dijo: “No es un creyente completo quien no quiere para los demás lo que quiere para sí mismo” . [Bujari y Muslim]
El Islam es un sistema que busca ordenar todos los asuntos de sus seguidores de modo que su relación con el Creador sea cada vez mejor y más fuerte, para que así logren alcanzar la paz y tranquilidad que los llevará a encontrar la felicidad en esta vida y la otra. Pero al mismo tiempo, pretende promover y fortalecer las relaciones entre la gente, para que de esta manera el amor fraternal y la armonía reinen en la sociedad. Pero para que la sociedad alcance los niveles a los que pretende llevar el Islam a la humanidad, cada uno de sus individuos deben esforzarse de todas las formas posibles por que cada uno de los demás miembros de esta sociedad logre alcanzar su beneficio e intereses, como si se tratara de sus propios beneficios e intereses. Esta es la única manera en que se pude construir una sociedad sobre bases sólidas y establecer lazos irrompibles entre sus miembros. Por esto nos encontramos con que el mismo Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, va más allá de los simples deseos de bien hacia los demás y querer el bienestar de los demás. Él estableció que uno de los principios que hacen que la fe se establezca en el corazón es desear para el otro lo que uno quiere para sí mismo.
Y la última de estas maravillosas enseñanzas nos dice:
“Y no te rías exageradamente, pues reír exageradamente mata el corazón”.
La alegría y la felicidad es uno de los objetivos que busca el Islam que sus seguidores alcancen en esta vida y la otra. Además, nuestra religión es la religión de la armonía y el balance total, por lo que nunca se inclina hacia ningún extremo. Así como ha elogiado el llanto en algunos asuntos, en otros calla y en otros lo condena. Igualmente sucede con la risa, la cual no es prohibida ni considerada como pecaminosa, pero sí pone límites para que el ser humano no se deje llevar por sus pasiones y de esta manera se pierda a sí mismo y sea la causa de que otros se extravíen.
La risa es prohibida mientras se ora, mientras se escucha un sermón o enseñanzas, a menos que el orador mencione algo que sea gracioso. También cuando esta se debe a la burla y el menosprecio de la gente. Por esto es que Al-lah, Glorificado sea, dijo (lo que se interpreta en español):
¡Oh, creyentes! No os burléis de vuestros hermanos, pues es posible que sean mejores que vosotros. Que las mujeres no se burlen de otras mujeres, pues es posible que sean mejores que ellas. No os difaméis ni os pongáis apodos ofensivos. ¡Qué malo es comportarse como un corrupto [difamando y poniendo apodos ofensivos] luego de haber sido agraciado con la fe! Y sabed que quienes no se arrepientan [de sus pecados] serán inicuos. [Corán 49:11].
La risa prohibida es la que se origina en lo que es Haram, como la difamación, la burla y los apodos, tal como es indicado por Al-lah Mismo. También es prohibida cuando la persona descuida sus obligaciones religiosas por andar detrás de las cosas que la hacen reír.
La risa en el Islam NO es pecado ni es prohibida fuera del contexto que mencionamos con anterioridad, el Mismo Al-lah, Enaltecido sea, dijo (lo que se interpreta en español):
Sabed que Él es Quien hace reír y hace llorar [Corán 53:43].
Y en las palabras del Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, que estamos analizando, no encontramos que él haya prohibido la risa, sólo que previno al musulmán de no exagerar, porque el hacerlo puede llevarlo a que su corazón muera, es decir, que se desvíe y salga de él la fe.
El Islam establece todo en término medio, no hay que ser serio de tal manera que la gente se asuste de nosotros, pero tampoco demasiado a legres, al punto que nos tomen como payasos. El mejor ejemplo de comportamiento lo encontramos en el Mensajero de Al-lah, sallallahu ‘alaihi wa sallam, por eso Al-lah nos dijo (lo que se interpreta en español):
Hay un bello ejemplo en el Mensajero de Al-lah [de valor y firmeza en la fe] para quienes tienen esperanza en Al-lah, [anhelan ser recompensados] en el Día del Juicio y recuerdan frecuentemente a Al-lah. [Corán 33:21].
Él, sallallahu ‘alaihi wa sallam, era moderado en todos sus asuntos, así como se afectaba por los momentos de tristeza, se agobiaba por las penas que sufrían él y sus Sahabah, era alegre, sonreía y reía al punto que se podían ver sus muelas. Bromeaba con sus discípulos, era alegre y jugaba con los niños.
El Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, siempre recibía a la gente con una sonrisa en su rostro, y además, enseñó que una forma de hacer caridad a uno de nuestros hermanos en la fe o la humanidad es sonriéndole.
“Aléjate de las cosas que Al-lah ha prohibido y serás el mayor de los adoradores de Al-lah entre la gente. Confórmate con lo que Al-lah te ha provisto y serás el hombre más rico. Se bueno con tu vecino y serás un creyente verdadero. Desea para las demás personas lo que quieres para ti mismo y así serás un musulmán verdadero. Y no te rías exageradamente, pues reír exageradamente mata el corazón”.
Pocas palabras con las que el Profeta Muhammad, sallallahu ‘alaihi wa sallam, nos trazan el camino para ser mejores personas, ser felices con lo que tenemos, disfrutar de lo poco o mucho que poseamos, de lograr la unidad de todas las personas de la sociedad y de salvar nuestros corazones de la perdición.