Cuando acepté el Islam y lo asumí como forma de vida, estaba sediento de saber, quería conocer lo mejor posible la fuente primera del conocimiento, la revelación divina: el Sagrado Corán. Sabía desde el principio que el Corán fue revelado en árabe, y que este texto es original: ha sido preservado y mantenido intacto a lo largo de más de 14 siglos. Pero al no saber árabe, tuve que remitirme a diferentes traducciones que se han hecho al español. Y lo que encontré llegó en ocasiones a decepcionarme, pues el texto aparecía muchas veces confuso o incongruente.
Comprendí que esto se debía, principalmente, a dos factores. El primero, que muchas traducciones han sido elaboradas por personas que no tenían el suficiente conocimiento del Islam, su mensaje y su historia, y que por ello confundían conceptos o incluso, en algunos casos de forma premeditada, trastocaban los sentidos para desacreditar al Islam y su libro sagrado.
El segundo, que en su mayoría las traducciones son demasiado literalistas, imitan el estilo árabe en la traducción, no solamente en la expresión del significado sino en el orden mismo de las palabras, de modo que no se apegan a la gramática del español y por ello resultan confusas. A esto debe agregársele que algunas de las traducciones al español utilizan un lenguaje antiguo y lejano al que solemos utilizar en el continente americano, y que a la vez carecen en su mayoría de notas aclarativas sobre el contexto histórico o las implicaciones legales.
Más tarde, cuando tuve la oportunidad de estudiar el idioma árabe y acceder a los significados del Sagrado Corán en su idioma original, comprendí que en la traducción me había perdido de mucho. Si bien es cierto que ninguna traducción podrá jamás acercarse a la belleza narrativa, poética y retórica del Corán, ni reproducir a la vez su sonoridad y las múltiples formas en que puede ser recitado, también es cierto que las traducciones, unas más que otras, fallan en transmitirle al lector la verdadera esencia del mensaje coránico.
Esto despertó en mí el interés de hacer una traducción del Sagrado Corán que se preocupara menos por parecer árabe o por intentar imitar la calidad literaria del texto original, y estuviera pensada más en transmitir de forma correcta y directa todos aquellos significados, profundos y espirituales, pero también de un gran orden social, que había comprendido al leerlo y estudiarlo en su idioma original.
Gracias a Dios pude por fin embarcarme en una traducción del Sagrado Corán pensada para la población hispanoparlante del mundo, pero principalmente para el público latinoamericano. Junto con un equipo de colaboradores expertos, he procurado poner al alcance de musulmanes y de no musulmanes, el mensaje del Islam de la forma más cercana posible a la revelación original en idioma árabe, pero utilizando a la vez un lenguaje sencillo y explicaciones claras de los términos, de manera que el contenido del texto resulte fácil de comprender.